22 abril 2008

Exposed. Una película

1.
Hace unos meses vi un documental sobre los cineastas Luc y Jean Pierre Dardenne al que sabía que tenía que volver. Los hermanos belgas hablaban en aquellas imágenes sobre el hecho de filmar fábricas. Y en su reflexión, huían de las chimeneas y de la estética del humo industrial. “La trampa del cineasta: la belleza de los altos hornos”.
Ellos prefieren estar cerca de los personajes. Yo también, pero para llegar a esa proximidad tengo que empezar por filmar el paisaje.



2.
Este recuerdo me sirve para volver al cine. Pero no a una sala de proyección, sino al cine. Al cine dentro de una cámara.
En el encuentro de artistas y empresa en Tecnalia de hace unas semanas tiré por primera vez en este documental un rollo de Súper-8mm. Quince metros. Puro cine. Rodé en exteriores con una Leicina Special de 1972 (hace tiempo que dejaron de fabricarse estas cámaras) y película Kodak blanco y negro, sensibilidad 100 ASA. Estábamos en una de las terrazas de Tecnalia, en mitad de un descanso, con buen tiempo y charlando sobre las presentaciones y los avances en los proyectos. Fueron tres minutos de película antes de que apareciera el aviso de “Exposed” en la cámara. Película expuesta. Fin.
Hoy estoy preparando el paquete para enviar el rollo a unos laboratorios que hay en Berlín. Allí lo revelarán. Después me devolverán la película y la proyectaré en casa. Y si en las imágenes encuentro lo que espero de un rollo de cine de tres minutos expuesto en blanco y negro en pleno siglo XXI, sé que el documental final para Disonancias empezará justo con esas imágenes. Y a pesar de que este ejercicio de cinematógrafo antiguo pueda parecer anacrónico en mitad de un proyecto que aúna tecnología, arte, innovación y desarrollo, el cine sigue siendo la única explicación para todo esto. Los fantasmas en la pantalla. Los espectros. La luz y las sombras.

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