14 septiembre 2007

El otro lado

1.
Este cuaderno es una película.
Una película lenta, rara, breve, larga, rápida, invisible, en proceso, con título, sin título, en blanco y negro, muda, con banda sonora, sin fin, en colores, clásica, táctil, en 3-D, en 2-D, plana, montañosa, underground, bajo el agua, con paraguas, en coche, con la cámara al hombro, dubitativa, ausente, en primer plano, con trípode, rodante, enfocada, equilibrista, iluminada, abismal y con un cartel de fin en el que cuando todo termine se pondrá leer que todo ha terminado (y con un cartel de fin en el que cuando todo termine se podrá leer que nada ha terminado).
Durante nueve meses voy a estar grabando y editando la relación entre los artistas y empresas participantes en la tercera edición del proyecto Disonancias 07-08.
Apago ya las luces de todo esto. El proyector está en marcha.

2.
Me acuerdo de los hermanos Lumière.
A veces es necesario recordar el momento en el que se inició todo, por eso recupero y repaso las imágenes que los padres del cinematógrafo rodaron en 1895 a la salida de su fábrica. Quizá toda la historia del cine podría resumirse en esa distancia y narrativa que existe entre las llegadas y las salidas de los personajes.
De los obreros y obreras saliendo de la fábrica paso a los artistas de Disonancias llegando a Bilbao e iniciando sus primeros contactos con las empresas con las que van a trabajar durante nueve meses. Y me da la sensación de que en esencia no hay tanta distancia entre unas imágenes y otras.
Relentizo y observo con detenimiento esa película mínima de los Lumière y anoto en mi cuaderno lo que sucede cuando aparentemente no está sucediendo nada: ¿Quién da la señal para que abran las puertas? Las cuatro primeras obreras que salen de la fábrica no tienen del todo claro si dirigirse hacia la izquierda o hacia la derecha, alguien mira a cámara, un obrero da dos palmadas para llamar a un perro, que sale saltando y que termina siguiendo a otro obrero que va en bici, hay gente que parece tener más prisa y otros en cambio avanzan tranquilos, cuando ya casi todos han salido y las puertas comienzan a cerrarse, el perro entra en cuadro cabizbajo y alguien desde la parte derecha vuelve corriendo hacia el interior de la fábrica. ¿Por qué? ¿Quizá ha olvidado algo dentro? La película termina.

3.



4.
Creo que en esencia se trata de observar. O al menos considero ese gesto como mi punto de partida. Me acuerdo ahora de Perec, de Georges Perec, y de su libro Tentativa para gotar un lugar parisino. El escritor francés pasó tres días en la plaza St. Sulpice de París anotando en su cuaderno todo lo que observaba en el lugar: un autobús, un hombre llevando alfombras, una señora con un perro, gente corriendo, etcétera.
Pero de la lectura de esas anotaciones casi científicas se deriva algo que va más allá de la suma de objetos y personas que ocuparon la plaza St. Sulpice de Paris durante aquellos tres días de 1974.
Paseo ahora mismo desde la película de los Lumière a la plaza en la que Perec ideó su libro. Y anoto las intenciones que llevaron al escritor a experimentar la observación durante tres jornadas para tenerlas muy presentes a lo largo de toda esta película:
“Un gran número de cosas que hay en la plaza Saint-Sulpice, si no la mayoría, fue descrito, inventariado, fotografiado, contado o enumerado. Mi objetivo en las páginas que siguen ha sido más bien describir el resto: lo que generalmente no se anota, lo que no se nota, lo que no tiene importancia; lo que pasa cuando no pasa nada, salvo tiempo, gente, autos y nubes”.

23 de noviembre de 2007

1 comentario:

Víctor Iriarte dijo...

Hubo 1 mensaje en esta entrada:

Algunos estamos ya con las palomitas, mirando a la pantalla. Aquí estaremos los próximos nueve meses, inshallah.

Ander 26 de November de 2007 a las 15:18